El primer trimestre del año nos deja dos terremotos destructivos, con consecuencias terribles y aprendizajes muy importantes para un país sísmico como Chile. Ciertamente, el más severo fue el de Kahramanmaraş (Turquía) el 6 febrero de este año.
Tal como Chile, Turquía es conocida por sus terremotos, y por ello tienen excelentes códigos sísmicos e ingenieros de clase mundial. Sus terremotos -como este- suelen ocurrir en serie, y la falla más famosa es la del norte de Anatolia, que pasa por Estambul. Este terremoto ocurre en la falla del este de Anatolia y la ruptura llega a la superficie (manifestación de lo que ocurrió a ~10 km de profundidad). Luego del evento principal de magnitud Mw 7.8 ocurrieron miles de réplicas, una de ellas de magnitud Mw 7.5. La falla de rumbo (sinestral) donde ocurre el terremoto, tiene hipocentro en un punto intermedio, y luego se propaga hacia el noreste y suroeste simultáneamente. Esto produjo efectos de directividad (alteran la forma de las ondas en superficie), señales complejas que llegan a tener 3 pulsos de velocidad y valores de velocidad máxima del suelo del orden del doble de lo registrado en Chile 2010. Las aceleraciones máximas registradas superaron largamente la aceleración de gravedad, llegando más de 1.6 veces de ésta. Estas intensidades, especialmente las velocidades, explican en parte los enormes daños y pérdidas de vida.
Los aprendizajes para la comunidad ingenieril de este terremoto seguramente continuarán por décadas, pero algunos relevantes para Chile, que tiene fallas de este mismo tipo (una compilación reciente y sistemática se puede encontrar en el sitio fallasactivas.cl), son:
El terremoto de Baláo (Ecuador) en tanto, tuvo una magnitud Mw 6.8, y ocurrió a 66 km de profundidad. Este terremoto es del mismo tipo que grandes terremotos de la historia reciente en Chile, como Chillán 1939 (el que más muertes ha causado) o el de Calama en 1950, por nombrar sólo dos muy relevantes. A pesar de contar con mucha menos instrumentación que el evento de Turquía, este terremoto deja evidencias claras de fuertes intensidades, suficientes como para causar daños importantes como licuación de suelos y asentamientos derivados de ella del orden de metros (en Machala, Puerto Bolívar). Las intensidades de este tipo de terremotos suelen ser del mismo orden de magnitud que las de un gran terremoto de subducción, o incluso mayores, pero afectando a un área mucho menor.
La invitación que nos hace la naturaleza es a permanecer alertas y rigurosos en el desarrollo de nuestros proyectos de ingeniería, considerar todos los tipos de terremotos posibles que puedan afectar nuestro sitio de estudio, y hacer esfuerzos por aprender de las experiencias de los eventos recientes.
Gonzalo Montalva, ex-presidente de Sochige