El terremoto del 27 de febrero de 2010 (27F) dejó cicatrices en la infraestructura de nuestro país, pero también significó un punto de inflexión para la ingeniería geotécnica nacional. A 15 años del terremoto, es fundamental reflexionar sobre los avances alcanzados y los desafíos que aún persisten en nuestra disciplina.

Antes del 27F, la normativa geotécnica en Chile era muy diferente de la actual: la clasificación sísmica del suelo se realizaba a partir de la NCh433 (la que permitía clasificar sísmicamente incluso sólo con un ensayo Próctor modificado en arenas o con una medición de densidad natural en gravas). Hoy hemos avanzado bastante: la clasificación sísmica actualmente se realiza con el Decreto Supremo N°61 (que, si bien está lejos de ser perfecto, es un avance significativo respecto a la antigua NCh433), el que exige prospectar como mínimo hasta 30 m de profundidad, realizando sondajes y ensayos geofísicos. Prontamente se espera una nueva versión de la NCh433, que elevaría aún más el estándar de la clasificación sísmica del suelo.

Otro «avance» significativo respecto de 2010 (aprendido a la fuerza) es la aceptación por parte de la comunidad geotécnica nacional de que en Chile el suelo puede licuar en su estado natural: antes del 2010 la idea de que en Chile no había licuación en suelos naturales (debido a que la historia sísmica había densificado los suelos) era ampliamente aceptada, y se consideraba que solo los rellenos artificiales y los relaves podían licuar. En esta misma línea, actualmente un comité técnico desarrolla una nueva norma de licuación de suelos liderado por el profesor Ramón Verdugo, quienes llevan varios años trabajando en ello.

Tampoco se pueden dejar fuera las actualizaciones de la NCh1508 (la del 2014, y además una nueva versión que se espera sea publicada en el mediano plazo), la cual sin duda ha contribuido significativamente a realizar prospecciones, ensayos, e informes de mecánica de suelos con un estándar superior al que teníamos el 2010. Algunas otras normas – no sísmicas – que también han visto la luz después del 2010 y que vale la pena mencionar son la norma de suelos expansivos (NCh3608), la de suelos salinos (NCh3394), Entibaciones (NCh3206), Anteproyecto de norma para ensayos CPTu y la del ensayo de penetración estándar (NCh3364) (que ayuda a estandarizar en parte un ensayo bastante “cuestionable”, y que obligó además a medir energía para el caso de análisis de licuación).

Si bien todo lo anterior ha contribuido a una profesionalización de nuestro rubro, eso no significa que no tengamos aún mucho por avanzar. Cada cierto tiempo la naturaleza alza la voz, y nos recuerda que debemos hacer más para que nuestra infraestructura sea lo suficientemente resiliente a la geomorfología que da origen a los suelos de nuestro país: suelos licuables, arcillas muy blandas o expansivas, arenas erosionables (dunas, orillas de lagos y playa), y enormes extensiones de territorio que son susceptibles a fenómenos de remoción en masa.

Un ejemplo de esto es el socavón de Concón que ocurrió en 2023, lo que evidenció la necesidad de mejorar la planificación territorial y de lograr una mejor integración de las distintas disciplinas y normativas involucradas en proyectos “complejos” (columna: “Desafíos y oportunidades tras el socavón de Concón – Sociedad Chilena de Geotecnia” )

Por otro lado, el cambio climático plantea nuevas interrogantes para la geotecnia en Chile: el aumento en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, como lluvias intensas y sequías prolongadas, afecta la estabilidad de taludes, la erosión costera, la estabilidad de excavaciones, e incluso la resistencia de ciertos tipos de suelos. ¿De qué manera podemos lograr que las normativas geotécnicas futuras consideren al cambio climático? Sin duda, es uno de los desafíos más importantes del siglo XXI. La academia debe abordar estos desafíos desde la perspectiva geotécnica-climática, y el mundo profesional debe contribuir desde la experiencia práctica.

La catástrofe del 27F evidenció la vulnerabilidad de varios aspectos normativos, pero también impulsó un proceso de mejora continua en la geotecnia chilena. Sin embargo, aún queda camino por recorrer, y es responsabilidad de nuestra comunidad profesional seguir promoviendo la investigación, el desarrollo tecnológico y la correcta aplicación de normativas para construir un Chile más resiliente.

Es momento de consolidar estos aprendizajes y mirar al futuro con una visión integral, en la que la geotecnia no solo sea un pilar del desarrollo, sino también una garantía de seguridad para las próximas generaciones.

Rafael Iglesias A.
Ingeniero Civil, Universidad de Chile
MSc en Mecánica de Suelos e Ingeniería Sísmica, Imperial College London
Vicepresidente de la Sociedad Chilena de Geotecnia, SOCHIGE (*)

(*) Lo escrito en esta columna es a título personal y no corresponde a una declaración de la Sociedad Chilena de Geotecnia.